sábado, septiembre 02, 2006

Básquet

Las malas ejecuciones de decisiones acertadas provocan reacciones como esta. Tomassi dice que le arde, le duele, y cuestiona lo que de haber sido un acierto habría dejado a la Argentina en la final que acá suponían con Estados Unidos (enfrentamiento que finalmente sucede pero por el tercer puesto), y seguramente no lo habría llevado a él a cuestionar la elección de la jugada y menos su ejecución.
No se trata de defender pobres, ni tampoco de criticar a quienes hablan con el resultado puesto, ya que todos hablamos con el resultado puesto: no habría crítica, cuestionamiento, reflexión o algún tipo de pensamiento sin resultado, sin algo que ya ocurrió y merece nuestra atención. Así que ese no es el punto. El punto es por qué no considerar la misma postura para otras cuestiones que hacen a la vida pública y también a las relaciones humanas. No soy capaz de afirmar que una mala ejecución de una decisión con grandes posibilidades de éxito lleva a la ruina a una política económica, pero sí que tal vez afecte en buena medida su funcionamiento; lo mismo vale para las cuestiones institucionales. Porque la mala ejecución de Nocioni, a diferencia de las malas decisiones anteriores (que seguramente las hubo) no tenía posibilidad de ser salvada, sencillamente porque no había más tiempo. Y lo que digo que esto algunas veces pasa y en el análisis se lo deja de lado.
Ninguna decisión ni la acción que le sigue es definitoria ni decisiva (al menos en los papeles), porque de lo contrario cualquier acción posterior para revertirla o atenuarla sería el ejercicio de un idiota; todos accionamos contra lo que no nos gusta o hace mal o nos parece mal o lo que les parezca precisamente porque confiamos no sólo en la superioridad de nuestra postura/pensamiento sino también en su posibilidad de éxito. Si no nos quedaríamos en casa.
Hay veces que se puede seguir el camino de Tomassi y preguntarse si otras variantes no habrían finalizado en el éxito que no se tuvo, pero hay veces que responde a otra cosa, más relacionado con lo personal que con los factores que llevaron a la falta de éxito. La bronca/indignación/incredulidad que surge del texto de Tomassi y que se vio reflejada en los comentarios escuchados (algunos públicos y otros no) parece responder a una concepción futbolística con la que se mira acá cualquier deporte. A tal punto llega esa concepción que se habló de la tremenda soliradidad (acá, linkear) como si ése no fuera una necesidad a priori del básquet a diferencia del fútbol. A tal punto llega esa diferencia que en el partido con USA le dan una falta a Ginóbili (la tercera personal) y él, sin ningún empacho, dice que fue el que está levantando la mano (creo que Wolkowiski), que se acusa a sí mismo, mientras el técnico acompaña la airada protesta de Manu junto a Pepe Sánchez: nadie duda del valor de Ginóbili para el equipo, y el hecho de que empiece a jugar la segunda parte con tres faltas personales y altamente perjudicial para el equipo. Nadie en su sano juicio dudaría del compañerismo de los jugadores, excepto que piense según los criterios futbolísticos.
En básquet no se puede jugar a la individual, una jugada inspirada no salva un partido incluso si te llamás Michael Jordan. Y el resto es matemática: si no está con la mano caliente uno lo está el otro, así que buscás a ese; en fútbol si está inspirado el lateral izquierdo no vas a hacer goles como si lo está el enganche. En básquet esa diferencia no existe, las actuaciones tienen que ser parejas y la dinámica del juego hace que el físico se gaste de una manera que permita/obliga a la salida y entrada permanente de jugadores como así también su pronta recuperación para jugar al día siguiente (en fútbol es imposible).
En un partido que Argentina perdió creo que contra Puerto Rico después de ir ganando por 7 y le pasaron a ganar por dos en apenas 72 segundos, el técnico argentino de entonces, Magnano, dijo a la salida que le había dicho a sus jugadores: quien no sabe ganar, merece perder. Tal vez para nuestros lares la frase es durísima y muy injusta, especialmente por el merecimiento de perder (después de tanto esfuerzo). Pero el básquet es un deporte yanqui, y ese país está conformado sobre la base de que el que no tiene éxito es porque no quiere o es un inepto. Para despejar dudas mirar Manderlay, la última película de Von Trier.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Valorar la solidaridad en básquet no nace de ignorar que éste es un valor requerido por el deporte. Nace de haber visto básquet de NBA durante los últimos 15 años, en donde se juega un juego diferente. En la NBA, en la era post-Magic y post-Jordan, los equipos funcionan más o menos con una o dos estrellas haciendo la individual y dos o tres no estrellas defendiendo. Así tenés a los Lakers, en el cual Kobe casi llega a la marca de los 100 puntos por partidos la temporada pasada, mientras el equipo no gana nada. Actitudes como las que marcas jamás serían vistas en un equipo NBA, salvo tal vez los Spurs. Causa satisfacción que pierda EEUU por el tipo de básquet al que apuestan, además de por otras cosas.

10:30 a. m.  

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