jueves, agosto 03, 2006

Newsweek

Salió Newsweek argentina, y está bueno, digo, en principio, por eso de tener algo con un estilo distinto para leer, una fuente de trabajo, diversidad, etc. Supongo que la discusión sobre hacer la revista habrá llevado un buen tiempo dedicado a eso de hacerla más argentina o más yanqui, según el criterio: el primero aduciendo que si no es argentina no vende, el segundo poniendo énfasis en la rigurosidad y el control de calidad que distingue a la revista (con lo cual estaba dando por sentado que el control de calidad en el periodismo argentino no existe, o es malo o es insuficiente). La nota de Fidel Castro, que figura en tapa, dice: La Argentina que enfermó a Castro. Tratando de sobrellevar el prejuicio, fui a la nota, a ver si no era tan así como decía. Era peor: la idea esa de que revistimos tal importancia para cualquier cosa que hagamos al punto de lograr lo que nadie pudo antes; en este caso, enfermar a Fidel. No pudieron con su salud 600 atentados, pero Argentina sí, la infalible, la soberana de la originalidad, el país generoso que produce en sus habitantes efectos que ninguna comunidad en el mundo logra sobre los suyos, esa sí que puede lo increíble. Somos únicos. La disputa imaginada antes quedó saldada a favor de la idea Clarín de la vida y de la Argentina, que para el medio de Noble es una misma cosa: reforzar el sentido de pertenencia a una identidad superior, lo cual en principio sólo estaría marcando el sentimiento de inferioridad que se puede descubrir fácilmente en quien está todo el tiempo enunciando sus logros no vaya a ser que a alguien se le escape y no le dé el crédito que merece. En la calle todo funciona distinto, algo que tal vez produzca cierto cortocircuito cerebral que lleve a tanta consulta terapéutica. Pero aparentemente lo hicimos otra vez, o la idiotez de los editores (propios y extraños, no olvidar que lo único que compran los extranjeros de la Argentina es el tango y dos o tres boludeces más) no da para pensar algo medianamente distinto, apenas siquiera, aunque sea por simple curiosidad, o para provocar un hecho curioso que llame un poquito la atención. Lo que se dice producir una noticia. Este país produjo una sola noticia en los últimos cinco años: la caída de De la Rúa y sus protestas concatenadas. Después fue todo igual de obvio que la década que finalizó ese presidente, quien pregonaba que no era aburrido. Nadie está llamado a demostrar lo que no se cree de él. Y las actitudes mediáticas y oficiales de la Argentina parecen dedicadas a negar todo los días lo que son: un aburrimiento inmortal, al que todo nuevo intento de negarlo no hace más que corroborarlo.