miércoles, julio 05, 2006

1. Con Riquelme le ganábamos 2 a 1 a Inglaterra, salió y en cinco minutos nos hicieron dos goles. Resultado final: 3-2 abajo. Con Riquelme ganábamos 1 a 0 contra Alemania, salió y 1 a 1 y a los penales. ¿Quién es el que dice que Riquelme no dio lo que se esperaba, no estuvo a la altura de las circunstancias? ¿Acaso no se quería llegar a semifinales? Entonces había que dejar a Riquelme en el campo. Cuando fue el partido contra Inglaterra dije: mejor no saquemos nunca a Riquelme. Uno me preguntó por qué. Y porque Riquelme duerme a todo el mundo: a los propios, a los contrarios, al público y a los televidentes: uno duerme cuando está tranquilo o dopado, si no, no duerme. Así que a los críticos que lo tratan de Román y le dicen que no jugó bien, que vayan a ver las estadísticas y vuelvan a ver los partidos que dicen estudiar para después hablar.

2. Cada vez que fue candidato, Italia se despidió rápido. En el 86 venía como campeón y si no me acuerdo mal se fue en octavos (a lo sumo en cuartos); en el 78 venía del desastre del 74 (donde había ido como candidato y quedó afuera en la primera ronda o último en la segunda vuelta de todos contra todos) y casi llega a la final después de haber empatado con el hasta entonces campeón Alemania; perdió con Brasil por el tercer puesto. En el 90 era candidato y lo dejó afuera la Argentina. En el 94 nadie daba dos pesos por ella porque tenía al equipo diezmado de lesiones (principalmente Franco Baresi, que lo aguantaron hasta la final) y ni Brasil les pudo ganar: perdieron la final por penales, definición que nunca les fue favorable. En el 98 hicieron sapo de nuevo, cuando eran uno de los favoritos. Ahora que de nuevo nadie daba dos pesos por ellos, vuelven a estar en la final. Argentina, ese país italiano que habla español, tampoco nunca puede llegar a nada cuando es favorita. El 2002 es el ejemplo más claro, pero hay otros como el del 82 y en buena medida el del 90, que si no fuera por esa entelequia de los mejores terceros quedaba afuera en la primera ronda. Ahora pasó algo parecido, contra Alemania se fue haciendo cada vez más favorito a medida que se acercaba el partido, hasta que llegó ese corner que entregó Rodríguez, el síntoma de lo que estaba sucediendo: susto. Miedo escénico le llaman algunos, te das cuenta que podés ganar y empezás a perder. ¿Se acuerdan de Coria en la final contra Gaudio en Roland Garros? Bueno, eso, se empieza a pensar que es posible ganar y entonces a casa. Por algo una de las frases más escuchadas en estos días es faltaban diez minutos. ¿Y? Abondanzieri sale mal por primera vez en el torneo después de ese córner que entregó Rodríguez, quien recibió miradas de reprobación del mismo Abondanzieri y Ayala. Tal es el descalabro subterráneo que crece como bola de nieve en cada jugador, que el tipo que falla en el gol alemán es Ayala, que permite el primer cabezazo: también es la única que falló, y un equipo no puede depender de la infalibilidad de un jugador. Después el susto se le contagió a Pekerman y chau, ya no había salida. Pekerman era el hombre de la última oportunidad, tal vez no de la histórica, pero sí de la última que presentó el partido. Era el último hombre. La runfla de periodistas deportivos de este país, probablemente la runfla de periodistas siguen con esa tara argentina de que todo puede preverse y salir a la perfección. Y citan a Bilardo y lo reportean para diga sus falsedades, olvidando cómo besaba la estampita de no sé qué santo en cada partido de Argentina en Italia 90.