martes, septiembre 19, 2006

Federer-Nadal

Todo lo dicho por Iglesias se va por la borda al ver el primer gesto de Nadal al ganar por primera vez Roland Garros: fue a saludar al rey de España. No al tío que lo entrena, al padre que se lo entregó en adopción para que lo hiciera triunfar, a una novia inventada o a la madre a la que siempre queda bien saludar, sobre todo si la alternativa es un Rey.
Así que proletario y popular, poco. Al menos para el mundo, ya que para España la monarquí puede tener algún viso popular que desconozco, aunque me arriesgaría a decir que están con ella más los conservadores que los progresistas.
El último tenista que intentó sacarles membresías al tenis fue Agassi, quien se acaba de retirar como el más derechista de todos, amigo de Bush padre e hijo, a quienes invitó a su rancho. Agassi puso en jaque la tradición en tenis respecto a vestimenta y presentación, y se fue como alumno chupamedias (mucho más que Federer) porque ese momento en que se recibe la ovación de un estadio de pié debe ser única (o existirá algún otro tipo de motivo menos público).
Iglesias necesita referentes, parece; viejas polémicas lo desvelan. Las llama ideología, y por supuesto que no reniego, pero la ideología es, antes que nada, un encorsetamiento del mundo; mejor dicho, de pensarlo. Y eso es lo que parece perderse cuando pregunta sobre el silencio o ahora que busca antagonismo en el tenis entre quienes no lo tienen, excepto en una cancha, y donde la última y mayor lección en todo sentido, incluso el ideológico y el que permite ver cosas sobre las identidades y demás, fue la de Nalbandian-Federer en la final del Master 2005.
Sin embargo, en ese tono casi infantil por reclamar algo que siente perdido o se le escapa muestra vitalidad, aunque eso solo no habilita, como lo demuestra Nadal: se gana con algo más que coraje (en tenis no está bien visto decir huevos), con eso que muchos llaman talento, y que no es más que inteligencia. Y si eso se piensa elitismo, allá con los que lo piensan. Recurrir a la inteligencia antes que al aguante para superar un mal momento es síntoma de valentía, aunque aún haya quienes, en una operación ideológica, disfracen de virtud la estupidez.

sábado, septiembre 09, 2006

Thank you Bob

MODERN TIMES, DE BOB DYLAN DEBUTA EN EL #1 DEL CHART DEL BILLBOARD

EL ÁLBUM MARCA EL REGRESO DEL ARTISTA AL CENTRO DE LA ESCENA DESPUÉS DE 30 AÑOS

El nuevo álbum de Bob Dylan, Modern Times, ha debutado en el #1 de los Primeros 200 del chart de álbumes del Billboard, haciendo de esto el primer álbum del artista en alcanzar la cima de ese chart en 30 años. Este período de 30 años entre álbumes #1 – Desire lo logró en 1976— es el más largo de cualquier artista vivo. Modern Times ha vendido más de 192,000 copias en los Estados Unidos desde su lanzamiento, señalando el mayor período de ventas para un álbum de Bob Dylan en los 15 años de historia del SoundScan.

Internacionalmente, la respuesta de los fans fue igualmente asombrosa, con Modern Times debutando en el #1 en el chart de álbumes de Australia, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Irlanda, Nueva Zelanda, Noruega y Suiza. El álbum entró al chart del Reino Unido en el #3 con 55,000 unidades vendidas, marcando un record de ventas en una semana en ese país para cualquier álbum de Bob Dylan. Adicionalmente, Modern Times debutó en el #2 en Europa y en Alemania, Austria, y Suecia, y en el #3 en Holanda.

Modern Times es ya uno de los álbumes más elogiados en la carrera de Bob Dylan. Rolling Stone catalogó al álbum con 5 estrellas (sobre 5) y lo proclamó, “Su tercer obra maestra”. Ann Powers de Los Angeles Times escribió que Dylan es, “nuestra Rosetta Stone viviente, sus canciones llevan la esencia de un millar de clásicos del blues y el folk, conectando lo canónico y lo folklórico con el presente”. En el Reino Unido, la revista Mojo exclamó, “¡Épico…Impresionante…Dinámico…Apocalíptico!”, mientras Uncut le dio a Modern Times su más alto ranking de 5 estrellas.

De acuerdo al Presidente de Columbia Records, Steve Barnett, “Modern Times es un disco absolutamente asombroso, y no podríamos estar más emocionados por la forma en que los fans han respondido entusiastamente llevando a Bob al #1, que es lo que le corresponde. Este extraordinario artista ha sido fundamental en nuestra compañía durante casi 45 años y permanece en el pico de su creatividad, vitalidad e impacto cultural. Estamos increíblemente orgullosos del gran logro de Bob”.

Bob Dylan es actualmente presentado en un comercial de iPod, haciendo “Someday Baby”, de Modern Times. Un corto con la actuación de Scarlett Johansson para la nueva canción de Bob Dylan, "When The Deal Goes Down", estrenada en AOL ya fue lanzada online y en canales de video el jueves pasado. Dirigido por el nominado al Oscar, Bennett Miller (Capote), el film mudo se filmó en 8mm y se sitúa a principios de los ´60. Las pistas que conectan las escenas del film con los comienzos de la carrera de Bob Dylan están creativamente ubicadas durante la pieza.

(De una gacetilla de prensa)

lunes, septiembre 04, 2006

Argentinidad (Basile)

La derrota 3-0 contra Brasil, más que bronca, da asco. La da por las justificaciones de los responsables. La preferida del Coco Basile y de varios más, incluidos periodistas (el oficialismo no tem fin), es que faltó trabajo, que en tan poco tiempo no se puede hacer más de lo que se hizo y que la diferencia fue abultada (¿?). ¿Alguien le apuntó con un revólver en la cabeza a Basile para que se haga cargo de la selección? ¿Alguien piensa que eso es justificación en un clásico cualquiera del fútbol local?
El 0-3 contra Brasil, el hecho de ir a jugarlo en las condiciones que se jugó y las justificaciones posteriores son la argentinidad a pleno. La ppd o no (a esta altura toda la prensa parece policial, especialmente por sus pensamientos adocenados, caducos, de la plasticidad de un razonamiento policial) dice que por unos morlacos demás se va a perder contra el equipo que más bronca da perder. La excusa de los negocios es tan hipócrita como repugnante: el profesionalismo hace jugar partidos a cualquier horario, lugar, y a como dé lugar, y todos viven de eso sin plantear jamás una cuestión ética ante el negocio. Presentarlo como argumento es de imbécil, porque sólo un imbécil puede suponerlo argumento válido. De hecho Basile no lo hace: "Uno no se puede poner a elegir rivales. Ya sabíamos que tendríamos que enfrentar a Brasil con muy poco tiempo de trabajo. Uno tiene que aguantárselas y jugar contra cualquiera”. Pocos hicieron aportes semejantes a la flexibilización laboral.
Grondona se cree un tipo ducho en los negocios porque arregló el fútbol televisado hasta el 2014 y salvó las finanzas de varios clubes. Cualquier estudiante más o menos avanzado de alguna carrera relacionada con lo empresarial habría hecho un negocio superior: al momento del acuerdo habría tenido una idea mucho más acabada de la potencialidad de la televisación a mediano plazo y habría obtenido más dinero. Sin duda Macri lo habría conseguido: su formación se lo permitía. Buena parte del periodismo hace pasar a Grondona como un padrino; en una estructura mafiosa, Don Julio no podría regentear ni un prostíbulo.
El del domingo fue otro de sus negocios. El problema no es que quiera hacerlos, ni siquiera su ambición, el problema es que no sabe: a lo sumo lo puede hacer con un corralón, pero no sabe manejar una gran empresa como el fútbol, de ahí su propensión a reducir todo a una especie de manejo de almacén: te lo dejo hasta el 15/9 pero vos me lo das par el partido contra Brasil; después dirige la copa que tiene que jugar Boca y así tenés tiempo de conseguir un técnico.
En esa idea del fútbol que tiene Grondona, Basile encaja a la perfección. Por eso asume sin quejas ni advertencia, aceptando condiciones laborales que al igual que muchos otros que se quejan de lo mal que está el mundo porque se le da paso a los negocios aceptan porque no se quieren quedar afuera. Saben muy bien que así alimentan ese mundo que después aparecen criticando, pero viven y son lo que son bajo su manto aunque vivan la ilusión de no pertenecen a él. Y Basile no tenía la excusa de que necesitaba la plata para darle de comer a su familia.
Empezar un ciclo así premoniza que la época de las gorritas con las que los jugadores de 1994 hacían publicidad en cada nota de televisión será un dulce recuerdo.

Argentinidad (Nalbandian)

El año pasado, cuando le ganó en la final del Master a Roger Federer, David Nalbandian daba una lección de cómo se podía ser un campeón sin necesidad de dejar de ser argentino, y de cómo siendo argentino, igual se puede ser campeón. Abajo en el marcador 6-5 y con el saque de Federer 30-0, David protesta una pelota (todavía no estaba la posibilidad de pedir rectificación por video); el árbitro no le da bola, y por lo bajo, antes de darle el consentimiento al suizo para servir, Nalbandian dice: la concha de tu madre. Pensé en ese exacto momento que había perdido el partido. Pero su devolución fue genial, y el 15-30 enseguida fue quiebre y un tie break que ganó después de haber perdido los dos anteriores en el mismo partido.
Federer también protestó una pelota con el mismo énfasis que Nalbandian, pero se cruzó de brazos y miró al árbitro, esperando que reviera su fallo o considerara su protesta: reclamó a la suiza. Como el de Nalbandian fue un reclamo a la argentina. David demostraba que no había un modo de protesta, y que pretender reclamar de alguna manera que no fuera argentina resultaba contraproducente; el secreto estaba en volver rápido al partido, a la siguiente pelota, a jugar tanto por tanto, como ya había demostrado después de perder los dos primeros sets en tie break, algo frente a lo cual cualquier otro argentino se hubiera caído, y más considerando que tenía enfrente al número uno del mundo. No le gano más, sería el razonamiento más común, y sin embargo Nalbandian siguió jugando como si nada. Y después en el final, puteó como un argentino, pero jugó como un suizo: la moralina del periodismo (policial o no) deportivo argentino indica que una protesta en esas instancias desconcentra y termina haciendo perder. No sólo no fue así, sino que del otro lado Federer hacía lo mismo, nada más que a su modo. Noticia habría sido que Federer puteara, no que reclamara: no habría sido suizo.
Ese partido genial de Nalbandian lo ubicaba como el único argentino en condiciones de llegar en algún momento a ser número uno, y no precisamente por el resultado, más bien por su forma. Esa determinación para hacer su juego, para no considerar que dos sets abajo y perdidos en tie break son razones suficientes para abandonar la lucha, no dejarse llevar porque de un 4-0 en el quinto pasó a estar iguales y a punto de perder 7-5, permitirse putear y descargar su bronca y no plantearse cambiar la forma de hacerlo por miedo a la desconcentración, sino razonar que reprimirse sería peor que no hacerlo, ese puñado de cosas hablaba de un jugador que había encontrado la forma de desprenderse de la argentinidad, esa que no permite ser favorito (mejor ir como punto, frase preferida de futbolistas), salvo si se es mujer y forman parte de las Leonas (único seleccionado argentino favorito en algún torneo que terminó ganándolo), porque sino automáticamente se pierde, esa que baja los brazos porque tiene un mal día (Gaudio) sin llegársele a ocurrir que el contrario también puede tenerlo, o en definitiva que excepto días excepcionales ningún deportista mantiene un rendimiento parejamente brillante durante horas y que eso debería alimentar la perseverancia para esperar el momento propio, esa que habla del aguante, la garra, el tesón o como quiera denominársele (Coria) en vez de apelar a la inteligencia, recurrir al lúcido que ilumine aquello que está oscuro. Nalbandian mostraba un nuevo camino.
Viéndolo perder ayer, se puede decir tranquilamente que a David lo ganó la argentinidad, esa que termina entregando el partido en una forma tonta e infantil para demostrar: vos no me ganaste, lo perdí yo; actitud que mantiene latente la impresión de que nadie es superior (pretendiendo sacarle mérito al rival). Argentina se va de Alemania por mala suerte, aunque el susto que se pegaron los jugadores en el córner que terminó en la lesión de Abondanzieri y el posterior pánico general pocos lo toman como referencia para explicar la despedida del mundial. Incluso el tiro que falla Nocioni contra España en básquet además de todas las lecturas que reviste tal vez también debiera considerarse la del miedo escénico de concretar el favoritismo: no era como en los Juegos Olímpicos de Atenas dos años atrás, cuando frente al Dream Team se tenía todas las de perder y nada para perder: una derrota allí jamás habría dolido tanto como esta contra España.
Sin embargo Nalbandian tiene un para de cosas a favor. Primero sus declaraciones: nada de no sé qué me pasó, mala suerte, el clima, la pelota, el árbitro o la mar en coche; bronca sí, pero no tengo lesiones, encaro bien el final del año, me siento seguro y confiado; y eso que perdió en segunda vuelta de un Grand Slam siendo Nº 4 del mundo.
La segunda,
el antecedente de Vilas, el deportista argentino de elite menos ídolo entre todos los exitosos (hasta el Master 2005, las preferencias populares estaban con Coria y no con Nalbandian). Después de ganar su primer Master, Vilas pasó dos temporadas negras, la primera más que la segunda. El 75 fue para Vilas un año de transición, el 76 su gran base para asombrar al mundo al año siguiente. Si semajanzas e indicios se concretan, que se agarren Nadal, Federer, Rodick y el nuevito de Murray.

sábado, septiembre 02, 2006

Básquet

Las malas ejecuciones de decisiones acertadas provocan reacciones como esta. Tomassi dice que le arde, le duele, y cuestiona lo que de haber sido un acierto habría dejado a la Argentina en la final que acá suponían con Estados Unidos (enfrentamiento que finalmente sucede pero por el tercer puesto), y seguramente no lo habría llevado a él a cuestionar la elección de la jugada y menos su ejecución.
No se trata de defender pobres, ni tampoco de criticar a quienes hablan con el resultado puesto, ya que todos hablamos con el resultado puesto: no habría crítica, cuestionamiento, reflexión o algún tipo de pensamiento sin resultado, sin algo que ya ocurrió y merece nuestra atención. Así que ese no es el punto. El punto es por qué no considerar la misma postura para otras cuestiones que hacen a la vida pública y también a las relaciones humanas. No soy capaz de afirmar que una mala ejecución de una decisión con grandes posibilidades de éxito lleva a la ruina a una política económica, pero sí que tal vez afecte en buena medida su funcionamiento; lo mismo vale para las cuestiones institucionales. Porque la mala ejecución de Nocioni, a diferencia de las malas decisiones anteriores (que seguramente las hubo) no tenía posibilidad de ser salvada, sencillamente porque no había más tiempo. Y lo que digo que esto algunas veces pasa y en el análisis se lo deja de lado.
Ninguna decisión ni la acción que le sigue es definitoria ni decisiva (al menos en los papeles), porque de lo contrario cualquier acción posterior para revertirla o atenuarla sería el ejercicio de un idiota; todos accionamos contra lo que no nos gusta o hace mal o nos parece mal o lo que les parezca precisamente porque confiamos no sólo en la superioridad de nuestra postura/pensamiento sino también en su posibilidad de éxito. Si no nos quedaríamos en casa.
Hay veces que se puede seguir el camino de Tomassi y preguntarse si otras variantes no habrían finalizado en el éxito que no se tuvo, pero hay veces que responde a otra cosa, más relacionado con lo personal que con los factores que llevaron a la falta de éxito. La bronca/indignación/incredulidad que surge del texto de Tomassi y que se vio reflejada en los comentarios escuchados (algunos públicos y otros no) parece responder a una concepción futbolística con la que se mira acá cualquier deporte. A tal punto llega esa concepción que se habló de la tremenda soliradidad (acá, linkear) como si ése no fuera una necesidad a priori del básquet a diferencia del fútbol. A tal punto llega esa diferencia que en el partido con USA le dan una falta a Ginóbili (la tercera personal) y él, sin ningún empacho, dice que fue el que está levantando la mano (creo que Wolkowiski), que se acusa a sí mismo, mientras el técnico acompaña la airada protesta de Manu junto a Pepe Sánchez: nadie duda del valor de Ginóbili para el equipo, y el hecho de que empiece a jugar la segunda parte con tres faltas personales y altamente perjudicial para el equipo. Nadie en su sano juicio dudaría del compañerismo de los jugadores, excepto que piense según los criterios futbolísticos.
En básquet no se puede jugar a la individual, una jugada inspirada no salva un partido incluso si te llamás Michael Jordan. Y el resto es matemática: si no está con la mano caliente uno lo está el otro, así que buscás a ese; en fútbol si está inspirado el lateral izquierdo no vas a hacer goles como si lo está el enganche. En básquet esa diferencia no existe, las actuaciones tienen que ser parejas y la dinámica del juego hace que el físico se gaste de una manera que permita/obliga a la salida y entrada permanente de jugadores como así también su pronta recuperación para jugar al día siguiente (en fútbol es imposible).
En un partido que Argentina perdió creo que contra Puerto Rico después de ir ganando por 7 y le pasaron a ganar por dos en apenas 72 segundos, el técnico argentino de entonces, Magnano, dijo a la salida que le había dicho a sus jugadores: quien no sabe ganar, merece perder. Tal vez para nuestros lares la frase es durísima y muy injusta, especialmente por el merecimiento de perder (después de tanto esfuerzo). Pero el básquet es un deporte yanqui, y ese país está conformado sobre la base de que el que no tiene éxito es porque no quiere o es un inepto. Para despejar dudas mirar Manderlay, la última película de Von Trier.